Malvinas: historia, memoria y testimonio en dos obras de historieta argentina

Traduction(s) :
Les Malouines : histoire, mémoire et témoignage dans deux bandes dessinées argentines

Texte

A partir del año 2012, que marcó el 40° aniversario de la guerra de Malvinas (2 de abril-14 de junio de 1982), comenzaron a publicarse obras de historieta que rompían con el molde que hasta entonces se había instalado como prácticamente excluyente de cualquier otra manera de contar la guerra en la narrativa gráfica. Así, parecía resquebrajarse la utilización del género bélico – de larga tradición en la historieta argentina – como manera de canalizar una épica de la derrota, con su inevitable deriva nacionalista y militarista. La idea de Malvinas como gesta y causa nacional que excluye cualquier tipo de aproximación crítica, anclándola en las ideas más rancias del esencialismo nacionalista y al mismo tiempo separándola de su contexto histórico; es decir, ocultando su dimensión dictatorial.

Justamente, dos obras como Tortas fritas de polenta (Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli); y Cómo yo gané la guerra (José Angonoa y Javier Solar), se presentan de manera radicalmente opuesta en términos narrativos, estéticos e ideológicos al género bélico clásico con el que se había representado esta guerra en historietas anteriores. La primera, fue publicada por primera vez en la revista Fierro en 2013, luego compilada por la editorial patagónica La Duendes en 2014 y reeditada por Hotel de las Ideas en 2016. La segunda, fue publicada por la editorial cordobesa Eduvim en 2017. En síntesis, ambas obras fueron producidas y publicadas durante los años cercanos al 40° aniversario de la guerra.

Ese marco histórico alentó nuevas lecturas sobre la guerra, lo cual funciona como indicador de hasta qué punto el tema Malvinas continúa siendo espinoso y su tratamiento estuvo prácticamente vedado por fuera de los relatos oficializados más esquemáticos durante décadas. También es importante notar que ninguno de sus autores está entre los más importantes o conocidos del medio de la historieta argentina y que las obras fueron producidas y publicadas en el interior del país: es decir, desde realidades de provincia lejanas a los centros editoriales de la capital y de las versiones de la guerra que han sido contadas y oficializadas desde Buenos Aires.

Hay otro elemento clave para tener en cuenta: en ambas obras la autoría es compartida (se tratan de parejas de autores); y en ambos casos uno de los autores fue combatiente en la guerra, lo cual sirve de base para el punto de vista testimonial que asumen las historias. Más allá del mayor o menor nivel de ficcionalización o manipulación de las memorias que pueda existir – por otra parte, inevitable en toda reconstrucción del pasado –, se trata de alejar al relato bélico del género narrativo clásico y sus fórmulas, sin renunciar a un tipo de género, que permita acercar al lector a aquello que de otra manera sería por momentos demasiado duro e insoportable.

Ilustración 1. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 19.

Image

©Adolfo Bayúgar, Ariel Martinelli, Hotel de la Ideas.

En el caso de Tortas fritas…, el historietista Adolfo Bayúgar ha señalado directamente a Maus de Art Spiegelman como su modelo narrativo a seguir y aquello que le permitió componer con los testimonios de Martinelli, combatiente en la guerra, su relato gráfico. La mención a una de las grandes obras del cómic testimonial contemporáneo es ya de por sí significativa respecto al desvío que eso implica para los géneros narrativos “clásicos” en la historieta argentina. Tortas fritas… utiliza un recurso de extrañamiento paulatino: en cada nueva página, un grado más de oscuridad va filtrándose en lo cotidiano mientras los personajes parecen asumirlos con naturalidad, o bien, mantenerse ajenos en una burbuja un tanto inocente sobre la “aventura” que les depara. Luego, hay un punto de inflexión en la historia que deja en evidencia lo inmersos que están en el horror y el relato se acelera en esa dirección.

Ilustración 2. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 22.

Image

©Adolfo Bayúgar, Ariel Martinelli, Hotel de la Ideas.

En el caso de Cómo yo gané la guerra, también podemos identificar un giro en la elección del género narrativo: se trata ni más ni menos que de un relato humorístico, aquello que está en las antípodas de la gravitas del relato bélico y de su reconstrucción posdictatorial con un gran énfasis en el drama, las víctimas, el absurdo y la injusticia. No es que todos esos elementos no se encuentren en la historieta de Angonoa y Solar, sino que son trasladados al campo de la comedia como recurso del sobreviviente: reír ante lo terriblemente absurdo de la guerra, una risa redentora en el sentido en que lo ha propuesto Peter Berger. Como anticipa en un epílogo que funciona como advertencia: “[e]ste libro no contiene batallas épicas”, mofándose de varios lugares comunes en las narrativas sobre la guerra y en un ideal épico de soldado (“heroico, de ropas perfectas, armas de última generación, y un gran símbolo patrio de fondo”) que claramente no coincide con su experiencia en Malvinas.

Ilustración 3. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 7.

Image

© José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

La dinámica de la pareja creativa también es interesante: Angonoa, quien oficia de guionista, es un dibujante humorístico de largo recorrido en los medios gráficos argentinos y combatiente en la guerra. Los dibujos corren a cargo de Solar, quien también posee una larga experiencia en diferentes medios gráficos relacionados al cómic y a la ilustración. Este desdoblamiento es interesante, ya que en principio – y sobre todo teniendo en cuenta el peso de la idea de un autor integral en la novela gráfica –, quien recuerda podría ocuparse de la parte gráfica, la cual sin embargo delega en otro.

Cómo yo gané la guerra posee también otra característica singular que la alejan del relato bélico: la guerra como enfrentamiento directo contra un enemigo externo nunca se concreta, más allá de las fantasías de los soldados basadas en los relatos absurdos de los oficiales a cargo (como, por ejemplo, mostrarles como referencia la foto de un soldado inglés... de la Segunda Guerra Mundial). Es decir, el enemigo es uno intangible, imaginario, que solo hace su aparición física como vencedor cuando la guerra termina; a través de los ataques aéreos, es decir, una presencia mediada por la tecnología que invisibiliza la presencia humana; o, de modo indirecto, en el cementerio improvisado para los soldados argentinos caídos que al protagonista le aterra cruzar de noche.

Ilustración 4. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra, Córdoba: Eduvim, 2017, p. 15.

Image

©José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

A diferencia de Tortas fritas…, donde los enfrentamientos directos y las escenas de ataques mediante bombardeos son reconstruidas crudamente, en el relato de Angonoa y Solar la guerra es un estado antes que un hecho. Los soldados esperan un combate del cual solo les llega la noticia de la rendición. Mientras tanto, las desventuras revelan paso a paso las penurias de un ejército argentino dirigido por oficiales por completo incapaces, desde un discurso dictatorial que solo revela la ignorancia y la poca preparación de las tropas; el hambre como el gran enemigo a vencer, el frío, la suciedad, y las miserias como las delaciones entre camaradas y los castigos impuestos por cualquier mínima transgresión de las órdenes.

Ilustración 5. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 33.

Image

©José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Otra diferencia clave es el uso del color: mientras que Bayúgar elige encarar el relato desde el modelo blanco y negro de Maus (pero también de toda una tradición de la historieta argentina); Solar utiliza un coloreado digital que acerca el relato a la historieta infantil, con cierta influencia de la bande dessinée franco-belga, que al mismo tiempo otorga una materialidad escatológica a lo expuesto en el relato: el lodo, la suciedad en la ropa de los soldados, la aridez del terreno y del paisaje. De esta manera, el color hace más “amable” al relato, pero a su vez expone la crudeza desde ese supuesto candor. Si bien ambos trabajos están orientados a contar lo absurdo de la guerra a las nuevas generaciones, quizás la intención se hace más evidente en la decisión gráfica de Cómo yo gané la guerra.

Ilustración 6. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 39.

Image

©Adolfo Bayúga y Ariel Martinelli, Hotel de las Ideas.

En ambas obras, nos encontramos con una serie de detalles en sus introducciones que ligan la experiencia de la conscripción y la lógica de la guerra a las prácticas dictatoriales preexistentes y sistematizadas. Así, en Tortas fritas… la historia comienza reconstruyendo una anécdota del protagonista en una escuela técnica secundaria, cuando se produce una operación del ejército en búsqueda de “bibliografía marxista”, la cual obliga a los estudiantes a suspender sus actividades, bajar al patio y pasar tiempo en el piso boca abajo mientras sus pertenencias y sus cuerpos son requisados por los soldados. Un alumno comenta “[e]s la segunda vez en el mes… ¿qué buscan?”. Esa breve anécdota introductoria, de alguna manera, muestra la experiencia de una buena parte de la población para la cual las acciones militares sobre la vida cotidiana eran disruptivas y a la vez estaban naturalizadas. Es decir, si la lógica de las acciones no estaba del todo clara, se presuponía que quienes las ejercían sí sabían lo que hacían y no había más remedio que dejarlos hacer.

Ilustración 7. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 39.

Image

© Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Hotel de las Ideas.

Lo siguiente es mostrar el paso por el servicio militar obligatorio como parte del proceso de construcción de sujetos sociales para los jóvenes, donde las humillaciones y los castigos eran acaso tanto o más importante que el aprendizaje de tácticas de combate y manejo del armamento. En este caso, ambas obras coinciden, aunque con sus divergencias: mientras que Bayúgar reconstruye su memoria del servicio militar como algo mayormente alegre y sin grandes conflictos, Angonoa se limita a mostrar en dos páginas el nivel de humillación al que eran sometidos los jóvenes: desde arrastrarse por el lodo hasta tener que soportar a un oficial que camina sobre los genitales de los conscriptos como parte del entrenamiento.

Ilustración 8. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 10.

Image

©José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Hay una escena escalofriante en la que el sargento a cargo del pelotón ordena un ejercicio que consiste en leer un código escrito en un papel que cada recluta debe recordar y luego tragarlo. Acto seguido, el sargento procede a aplicar electricidad en el cuerpo de los jóvenes mientras el resto de sus camaradas o bien observan o bien sostienen al torturado contra el piso. De esa manera, se revela quiénes callan o hablan frente al tormento. La idea del ejercicio es entrenar a los futuros soldados en técnicas de contra interrogación, pero la práctica de la tortura remite al verdadero rol del ejército en la sociedad argentina: la del control interno mediante la práctica sistematizada del castigo, y cómo esta práctica se naturalizaba en la formación de los reclutas.

Respecto al desarrollo del conflicto bélico, si bien, como hemos mencionado anteriormente, las diferencias radican en la experiencia de la guerra para cada uno de los autores, ambos coinciden en que el hambre, el frío, la improvisación, la escasa preparación de las tropas y los constantes maltratos de los oficiales sobre sus subalternos fueron la verdadera cara de la guerra para los soldados argentinos. La experiencia de la guerra es privada de toda heroicidad, de toda épica. “La guerra es una terrible estupidez”, reza la primera página de Cómo yo gané la guerra. Hay una ausencia del gran relato nacionalista y su reclamo antiimperialista que justifica la guerra y la lleva a un plano maniqueo donde no podía sino ser deseable el enfrentamiento, mas no así la derrota.

Ilustración 9. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra, Córdoba: Eduvim, 2017, p. 34.

Image

© José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Una característica notable en las obras es la aparición de documentos (en especial fotografías) como epílogos. Es decir, aquello que documenta y testimonia que el relato es de alguna forma verídico porque está anclado a experiencias pasadas reales que fueron de alguna manera registradas. Sin embargo, a excepción de una carta escrita por Martinelli a un amigo desde el frente, las fotografías no pertenecen al teatro de guerra, sino a los momentos previos a la partida hacia las islas Malvinas, cuando tanto Martinelli como Angonoa estaban haciendo el servicio militar. En el caso de Angonoa, si bien no se explicita ningún dato específico sobre la fotografía que lo muestra posando con un fusil de asalto FAL, es posible pensar que por el paisaje y el uniforme no se trata de una foto en Malvinas sino de un momento durante su conscripción.

Esta necesidad de reforzar con documentos familiares y personales lo que se ha relatado previamente plantea una serie de interrogantes no menores al momento de pensar la relación entre el cómic y la reconstrucción de la memoria histórica a partir del uso del testimonio. Por empezar, las fotografías en sí mismas no sirven como prueba de nada, estrictamente hablando, más allá de lo que muestran. Sin embargo, es interesante que el registro gráfico se complementa con el fotográfico, cuyo estatuto de verdad pareciera superior y mejor legitimado que el dibujo.

Ilustración 10. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 50.

Image

© José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

A esto se le debe agregar el hecho de que no es cualquier dibujo – después de todo, existe una abundante cantidad de testimonios gráficos respecto a la guerra como a otros hechos traumáticos –, sino el dibujo historietístico y su lugar dentro de ciertos géneros reconocibles. De alguna manera, aquel hándicap señalado por Thierry Groensteen (las historietas siempre refieren inevitablemente a la niñez), sumado a toda una tradición de realismo bélico acumulado durante décadas, aún parecieran señalar los límites a los que los testimonios gráficos se enfrentan en Argentina cuando se trata de abordar el tema Malvinas. Esto se hace más evidente cuando se lo compara con la producción cultural correspondiente a otros campos como el cine, la literatura, o el teatro; medios en y desde los cuales la guerra rápidamente obtuvo un tratamiento que – más allá de sus limitaciones – puso en primer plano el desafío de contar de otra manera que no fuera la oficial la experiencia de la guerra y la cicatriz que ésta había dejado en la sociedad argentina.

Ilustración 11: Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 70.

Image

©Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Hotel de las Ideas.

Es difícil predecir hasta qué punto la historieta sobre Malvinas continuará más allá de estas obras. Tal vez deba invertirse la ecuación y entender que lo sucedido con los cómics sobre la guerra cuarenta años después está inserto dentro de un proceso regional donde la historieta ha pasado a tener un rol inédito para su historia en Latinoamérica: la de ser un vehículo de reconstrucción del pasado reciente, donde se invocan traumas y problemas no resueltos por las sociedades y las instituciones del Estado. Es decir, una manera de ajustar cuentas con ese pasado, pero también de poder transmitirlo con el objetivo de recuperar una base de verdad que permita a las sociedades y sus países tener acceso a aquellas memorias vedadas y obturadas por las versiones – y los olvidos – oficiales. Como el personaje de Martinelli hacia el final Tortas fritas de polenta, abrazando esas páginas donde se ha narrado su propia historieta desde su testimonio, se produce el reencuentro con lo que se había querido enterrar, que sin embargo seguía latiendo hasta encontrar la fisura que lo dejara finalmente salir.

Illustrations

Ilustración 1. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 19.

Ilustración 1. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 19.

©Adolfo Bayúgar, Ariel Martinelli, Hotel de la Ideas.

Ilustración 2. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 22.

Ilustración 2. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 22.

©Adolfo Bayúgar, Ariel Martinelli, Hotel de la Ideas.

Ilustración 3. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 7.

Ilustración 3. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 7.

© José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Ilustración 4. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra, Córdoba: Eduvim, 2017, p. 15.

Ilustración 4. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra, Córdoba: Eduvim, 2017, p. 15.

©José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Ilustración 5. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 33.

Ilustración 5. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 33.

©José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Ilustración 6. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 39.

Ilustración 6. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 39.

©Adolfo Bayúga y Ariel Martinelli, Hotel de las Ideas.

Ilustración 7. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 39.

Ilustración 7. Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 39.

© Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Hotel de las Ideas.

Ilustración 8. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 10.

Ilustración 8. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 10.

©José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Ilustración 9. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra, Córdoba: Eduvim, 2017, p. 34.

Ilustración 9. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra, Córdoba: Eduvim, 2017, p. 34.

© José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Ilustración 10. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 50.

Ilustración 10. José Angonoa y Javier Solar, Cómo yo gané la guerra. Córdoba: Eduvim, 2017, p. 50.

© José Angonoa y Javier Solar, Eduvim.

Ilustración 11: Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 70.

Ilustración 11: Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Tortas Fritas de Polenta. Buenos Aires: Hotel de las Ideas, 2016, p. 70.

©Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, Hotel de las Ideas.

Citer cet article

Référence électronique

Laura Cristina FERNÁNDEZ et Pablo TURNES, « Malvinas: historia, memoria y testimonio en dos obras de historieta argentina », K@iros [En ligne], 6 | 2022, mis en ligne le 07 octobre 2022, consulté le 29 mars 2024. URL : http://revues-msh.uca.fr/kairos/index.php?id=761

Auteurs

Laura Cristina FERNÁNDEZ

Doctora en Ciencias Sociales, Master en Arte Latinoamericano, investigadora académica, profesora titular en la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina).

Pablo TURNES

Professoir de Historia por la Universidad National de Mar del Plata

Droits d'auteur

Creative Commons Attribution 4.0 International (CC BY 4.0)